viernes, 29 de junio de 2012

viernes de cine

Ha sido una semana de mierda.

En realidad, los últimos meses han sido una porquería.

Para ser más precisa, fue un año olvidable.

Siete meses es muy poco tiempo para perder a dos grandes amigos. En sentido literal. Espero no tener que asistir a otro funeral en un largo, larguísimo tiempo.

Un año y la csm, en que tuve que renunciar a un buen hombre por no hacerle más daño (Como al destino, dios o lo que sea le entretiene mofarse de los simples mortales, cuando todo parece, perfecto, a ti te falta la motivación que a él le sobra). Y darle un espantada definitiva al idiota que aún me mueve el piso porque es el último recurso que me queda para protegerme. Quedarme sin pan ni pedazo por ser consecuente. Por tener la decencia de no hacer a otros lo que detesto que me hagan a mí.

Además, el exceso de trabajo acaba por embrutecerte, y se pasan los días rápido, demasiado rápido. Como decía Mafalda, lo urgente no deja tiempo para lo importante.

¿Y qué hacer cuando los días se suceden uno a otro completamente iguales y al fin llega el viernes?

Un buen sirah.

Una pizza vegetariana.

Vivien Leigh, Clark Gable y Olivia de Havilland (no he olvidado a Leslie Howard, lo omití a propósito como toda fan que sabe que sólo memorizó sus dialogos y nunca leyó completo el guión)

Vemos por enésima vez Gone with the wind.



jueves, 14 de junio de 2012

"No tengo por qué estar de acuerdo con lo que pienso"

Ya lo dijo una vez Carlos Caszely en una entrevista perdida en el tiempo y en el espacio. Al menos yo, que no estoy tan familiarizada con el mundillo del fútbol (pese a haber sufrido una sobreexposición involuntaria durante muchos años) no tengo idea cuándo lo dijo, pero el hecho es que muchos lo recuerdan. No tanto como el penal que se perdió en el mundial de 1982 o el par de espantosos sencillos que grabó cuando se las dio de cantante, pero suele ir incluida en las recopilaciones de frases célebres (y estúpidas) de futbolistas.

El mundo es injusto con Caszely (al menos al subirlo al columpio por esta frase) A mí no me parece tan esquizofrénico no estar de acuerdo con lo que pienso... O quizás la esquizofrénica soy yo. ¡Me sucede todo el tiempo! Sobre todo cuando decido una cosa y acabo haciendo otra. Todoelmalditotiempo...

Si descartamos que se trata de un acto fallido, supongo que se refería a a eterna dicotomía entre la mente y el corazón. ¿A quién le hacemos caso cuando no están de acuerdo? ¿Por qué demonios cada cual tiene una opinión diametralmente opuesta tan a menudo?

Más de una vez me ha ido mal siguiendo a mi corazón. Ya saben, eso de ir por lana y salir trasquilada. Tropezar de nuevo con la misma piedra (y aquí recuerdo el chiste de los gallegos de "¡otra oportunidad!"). Saltar al vacío esperando volar y acabar estampada en el piso. Lo bueno de apostar por el corazón, es que cuando está en lo correcto todo es paz, felicidad, tranquilidad y plenitud.

La diferencia es que cuando haces caso a la mente, aunque tenga razón, aunque tú lo sepas, y todo el mundo lo sepa... siempre se siente como la mierda.

Pues bueno... yo no estoy de acuerdo con lo que pienso esta vez... pero qué hacerle. No siempre se gana y no siempre vale la pena apostar.

miércoles, 6 de junio de 2012

Temperatura a la que el papel de los libros se enciende y arde...

Hay tres universos distópicos que me marcaron durante mis años de escolar, y en cierto modo, definieron o reforzaron muchos aspectos de mi forma de pensar. Me refiero a 1984, Un mundo Feliz y Farenheit 451. Cada uno por sí solo da para reflexionar llenando más páginas de las que tienen las tres obras juntas, pero por esta vez me referiré a algunas escenas en concreto que me causaron una impresión muy fuerte.

En 1984, la mutilación del idioma. Aquella escena en que Winston escucha a uno de sus colegas explicarle cómo se pretendía reducir la comunicación a lo más básico y estrictamente necesario, eliminando las palabras "inútiles"... en que  ya no se dirá bueno y malo, sino, bueno y no bueno... y para mayor enfasis,  "plus-bueno" y "plus-no-bueno". Recuerdo que hice el ejercicio de pensar limitando al máximo la cantidad de palabras y les juro que nunca mi idioma me había parecido tan hermoso como en ese instante. Amé cada sinónimo y cada conjugación verbal, porque el resultado fue... angustiante. Orwell tenía razón, al cercenar el idioma, cercenas el pensamiento. Macabro, como casi todo lo que nació de su mente y acabó reproduciendo su pluma, para suerte de todos nosotros.

En Un Mundo Feliz me horrorizó el individualismo, el hedonismo y la felicidad forzada y vacua. La mejor representación de lo anterior: aquel chiquillo que llevan a terapia psicológica porque lloraba y no quería participar con los demás niños de los juegos sexuales que formaban parte de su educación. Los otros no eran personas en esta sociedad, sino cosas destinadas a satisfacer neustros deseos y si eso no es suficiente, siempre puedes acceder a una dosis de soma. Gh...

En Farenheit 451 es la destrucción de la cultura. Al principio de la obra una mujer prefiere morir quemada junto con sus libros a seguir viviendo sin ellos. Y de estas tres escenas, es esta la que que quizas constituye el atentado más feroz, la destrucción más radical de la escencia del ser humano,  ¿Qué es el arte, sino la expresión del espíritu? Me bastó pensar que me arrebataban mis obras de arte preferidas para comprender lo que impulsó a esa mujer a preferir la muerte. Imaginar una hoguera donde ardían mis obras completas de Oscar Wilde, mi caja de singles de Smashing Pumpkins, mi edición remasterizada de Lo que el viento se llevó, mi vieja y roñosa edición de La guerra y la paz, mis mangas de Riyoko Ikeda o mis discos de Víctor Jara para que se me venga a la mente ese meme de Futurama que dice "I don't want to live on this planet anymore..."

No... la vida sin arte no es vida. Eso fue lo que internalicé con las primeras páginas que leí de Ray Bradbury. Y cuando, como hoy, una persona como él deja este mundo, es cuando más deseo que haya algo más después de la muerte. Sería mi última oportunidad para decirle, simplemente, "gracias, usted abrió mi mente y cambió mi vida". Porque tampoco podría olvidar Mildred, comprendiendo el vacío de su existencia cuando, apenas una fracción de segundo antes de morir, se apagan sus sedantes e idiotizantes telepantallas...

Bueno, eso es casi todo por hoy. Creo que es un buen momento para ver (una vez más) una película que toma muchos elementos de estas tres obras de modo bastante interesante. Me refiero a Equilibrium. Puede que no sea la gran cosa pero a mí me encanta, aunque advierto desde ya que estoy imposibilitada de opinar objetivamente de cualquier película donde actúe Christian Bale, jajaja... Acá van dos de mis escenas favoritas.

SPOILER!!!



(¿Por que Sean Bean siempre muere?)



Y esta... Diablos, Beethoven conmovería hasta a las piedras.



domingo, 3 de junio de 2012

Matricidios

- ¿Y ustedes, cuándo se casan?

Nos miramos y sonreímos. Yo termino de cortar un pedazo de panqueque sin pastel de centolla molida del plato de mi acompañante, me la llevo a la boca, mastico y trago.

- Terminamos hace casi diez años - respondo.

Nuestro ex compañero de universidad (al que no recuerdo haber visto desde el egreso) abre los ojos de par en par. Bueno, sí, es un poco raro toparse con dos personas que recuerdas que eran pareja, juntos en un matrimonio. La verdad es que terminamos bastante tiempo antes del último año, pero entre tanta gente que uno conoce, y tanto tiempo transcurrido, se van borrando los nombres y las caras, con mayor razón quién salía con quién y en qué momento...

- Hace mucho tiempo que somos amigos - dice él. Raspa una buena cantidad de centolla molida de mi plato, dejándome el panqueque.

- De hecho vengo de arroz, porque le falló la acompañante... - agrego yo.

El sujeto hace un gesto de incredulidad.

Ya sé que no muchas personas nos creen. Pero es verdad. Así que nos volvemos a mirar, nos encogemos de hombros y reímos. A los cinco minutos estoy tratando de quitarle el smart-phone porque me exaspera que no lo deje ni para ir al baño. El resto de la mesa parece no comprender de qué va el asunto. Que digamos que somos amigos cuando, salvo por el besuqueo y las tomaditas de manos, parecemos novios. Pero no hay nada que entender.

Es tan simple como que los sentimientos y las relaciones humanas dan para todo.

Y este fue un escupitajo al cielo que me cayó de vuelta. "Nunca resulta que un hombre y una mujer sean amigos. Siempre hay uno que se pasa rollos y todo se va a la mierda. ¿Amiga de un ex? ¡Im-po-si-ble!". Y ahí está. Directo en la frente. Han pasado años y años en que hemos estados juntos en las buenas, en las malas, en las peores y en las catástrofes.

- ¡Deja esa hueá de teléfono! ¡Ya te dije que si me traías a un matrimonio tenías que bailar! Y yo bailo...

- ...hasta que te saquen a patadas, lo sé, lo sé... - dice él con su adorable sonrisa - y yo te dije que en los matrimonios ando más animado y me dan ganas de bailar.

Luego de asegurarme de que somos sólo él y yo, y que el teléfono se quede en el bolsillo, lo arrastro a brincos hasta la pista de baile. Nos reímos al recordar cómo en las fiestas de la universidad había que ponerle una pistola al pecho para que bailara, y luego si yo bailaba con otros amigos porque se cansaba a los cinco minutos, me ponía mala cara.

- Quién te manda a salir con un metalero - dice.

Yo me quejo de los hombres que sólo te sacan a bailar para engrupirte y luego cada vez que quieres ir a una disco les pesan las bolas.

Él dice que el baile es una actividad intrínsecamente de conquista.

Yo le digo que es un puerco machista y que sí hay hombres a los que les gusta bailar.

Él dice que son una tropa de maricones.

Yo pienso que he salido con hombres a los que les gusta bailar (supongo que eso descarta lo gay), pero no digo nada.

Él tampoco dice nada, pero sabe lo que estoy pensando.

Él suele saber lo que estoy pensando aunque seamos como el agua y el aceite. Bueno, por algo terminamos hace casi diez años.

Luego hablamos sobre cómo serían nuestros matrimonios. Él usaría un tema de Rocky para hacer la entrada triunfal a la recepción.

- Rocky no es negociable, si no, no me caso.

- Yo lo aceptaría. No creo que sea mala idea...

Y digo que en vez de vals, bailaría swing.

- Ah, con eso no te va a apañar nadie...

- Pues si el hueón no baila no me caso.

Entonces me imagino entrando al mismo salón mientras de fondo suena "Sing, sing, sing". O puede ser "Shout and feel it". Y en mi mente hago unos pasos de bailes fenomenales que dejan boquiabiertos a los invitados, en compañía de un novio sin rostro. Pero luego mi cabeza comienzaa  reproducir "Bei Mir Bist du Schön" en versión de Janis Siegel y el novio adquiere rostro definido. Casi de inmediato aprieto los dientes y me digo "¡ni cagando, antes me hago tortillera!".

- Pero tenís que ser realista - me dice - nadie sabe bailar esa cuestión.

- Entonces no me caso.

Él suspira. Así como a mí me cuesta entender que para él tener un proyecto de familia/hijos sea fundamental para ser feliz, él no entiende mi fatalismo ante la vida de pareja. Mil veces me ha repetido que no me ha pasado nada tan terrible para pensar así. Y bueno, opina con conocimiento de causa. Mal que mal, a él le ha tocado recibir llamadas de este tipo a la 1 a.m.:

Yo: ¿Aló? -  voz congestionada.

Él: ¿¡Qué te pasó!? -  "nadie llama a la 1 a.m. para dar buenas noticias".

Yo: ¡Ese maricón... (irreproducible)!... ¡Me pateó... (inentendible)! (llanto y sonada de nariz) ¿¡Puedes venir a verme!?

Él: Chuta... es que iba saliendo a la casa de (novia de la época)... pero le digo que tuviste un problema y voy para allá.

A él sí que le han pasado cosas terribles, así que si dice que exagero, no me queda más que darle la razón. Cuando le recuerdo esa anécdota dice:

- Ella, la drama Queen.

¡Pero yo también he tenido que soportar cosas! Como recibirlo de visita, y que llegue con la expresa intensión de emborracharse porque está deprimido (translation: periodo demasiado largo de soltería "mividayanotienesentido") que se tome una botella de vino casi solo, que vaya y ocupe mi cama, que yo tenga que quitarle los zapatos, y taparlo, que luego me despierte tiritando de frío porque se ha enrollado en las frazadas y me ha dejado sin cobija, y que cuando trato de tirarlas para poder cubrirme, se enrolle aún más para el otro lado como una crisálida gigante y me deje destapada.

Al menos no ronca.

Si no, lo habría matado.

Nah, la más perjudicada sería yo.

Es mi mejor amigo.

Pero igual le di unas buenas patadas.

viernes, 1 de junio de 2012

Creer en nada

"Moscas de todas las horas,
de infancia y adolescencia,
de mi juventud dorada;
de esta segunda inocencia, 
que da el no creer en nada"


Era la estrofa que más me llamaba la atención de “Las Moscas”. Ya mayor supe que en realidad era un poema de Machado, musicalizado brillantemente por Serrat. Era una de mis canciones favoritas del carreteado cassette que mi madre escuchaba insistentemente durante mi infancia, junto con los clásicos de la “Nueva Ola”, los Beatles (aunque se quedó “en la peor etapa”, según mi hermano, y según yo “nadie puede preferir “Love me do” a “I am the warlus”) y (horror) Julio Iglesias o Alberto Plaza.

Cuando era por primera vez inocente, no comprendía aquello de “creer en nada”. Menos aún, cómo podías ser inocente dos veces. Pero con el paso del tiempo eso fue cobrando sentido, sin que me diera cuenta. Cuando eres pequeño el mundo se presenta ante tus ojos como un espacio infinito listo para ser descubierto y explorado. Cuando eres adolescente, crees tener las respuestas y saber más de lo que sabes. Y luego, los caminos son múltiples. En mi caso, muchos de mis prejuicios y rígidos conceptos fueron estrellándose contra la realidad hasta hacer de mí lo que siempre intuí: Una persona escéptica. Un ser curioso e inquieto que teme muchas cosas, pero no a dudar y cuestionarlo todo. Parece contradictorio, pero desde que lo comprendí duermo mucho mejor por las noches. El hombre es soberbio al pretender alcanzar “la verdad”, cuando una de las pocas cosas ciertas es que somos demasiado limitados para llegar a comprender el universo que nos rodea. Nuestra existencia es efímera, y en 80 o 100 años es poca la experiencia que se puede acumular comparada con cientos de miles de millones de años durante los cuales nuestra roca cubierta de agua ha girado en torno al sol. Y seguirá girando, con o sin nosotros, y un buen día probablemente deje de hacerlo y se transforme en polvo de estrellas, basura cósmica o como quieran llamarle.

Una vez alguien me dijo que lo que más le atemorizaba de morir era que luego de que muriera la última persona que le había conocido, nadie le recordara. Otra persona una vez me dijo que prefería mil veces que le odiara a serme indiferente. Y a mí, humildemente, me parece que se dan demasiada importancia y se toman las cosas muy en serio. Porque hasta la marca que deje el hombre más grande será pequeña comparada con la inmensidad del todo, y comparada con las que seres anónimos como tú y yo podamos dejar, no habrá mucha diferencia. Es por esto que la mayoría de la gente siente un vacío en el estómago y una desagradable angustia en el pecho cuando está solo frente al mar, y ni hablar del desierto. Porque la naturaleza te echa en cara que casi eres nada… pero hey, es “casi”. El “casi”, es tuyo. Y ahí está lo que amamos y lo que odiamos, el frescor de un té verde helado con limón en un día de calor y un chocolate caliente rebosante de crema que se va directo a tu trasero en invierno. La ira que te provoque la injusticia y el regazo de tu madre, que te considerará por siempre una niña aunque tengas 20, 30, 40 o más. Tus mascotas moviendo la cola y el libro que no puedes dejar aunque al día siguiente te arrastres fuera de la cama, los amigos de siempre y aquellos que te han decepcionado, o los que has decepcionado tú. En fin. Hay tanto sabor en esto de ser “casi nada”, que realmente, no encuentro sentido a preocuparse por no ser recordado hasta el fin de los tiempos o hacerse preguntas que nunca podré responder. Yo me las seguiré haciendo… Y seguiré amando el mar, como buena porteña, y amando el desierto, como Saint-Exupéry. Y estudiando el vuelo de las moscas, como hacía en la escuela entre bostezo y bostezo.