- ¿Y ustedes, cuándo se casan?
Nos miramos y sonreímos. Yo termino de cortar un pedazo de panqueque sin pastel de centolla molida del plato de mi acompañante, me la llevo a la boca, mastico y trago.
- Terminamos hace casi diez años - respondo.
Nuestro ex compañero de universidad (al que no recuerdo haber visto desde el egreso) abre los ojos de par en par. Bueno, sí, es un poco raro toparse con dos personas que recuerdas que eran pareja, juntos en un matrimonio. La verdad es que terminamos bastante tiempo antes del último año, pero entre tanta gente que uno conoce, y tanto tiempo transcurrido, se van borrando los nombres y las caras, con mayor razón quién salía con quién y en qué momento...
- Hace mucho tiempo que somos amigos - dice él. Raspa una buena cantidad de centolla molida de mi plato, dejándome el panqueque.
- De hecho vengo de arroz, porque le falló la acompañante... - agrego yo.
El sujeto hace un gesto de incredulidad.
Ya sé que no muchas personas nos creen. Pero es verdad. Así que nos volvemos a mirar, nos encogemos de hombros y reímos. A los cinco minutos estoy tratando de quitarle el smart-phone porque me exaspera que no lo deje ni para ir al baño. El resto de la mesa parece no comprender de qué va el asunto. Que digamos que somos amigos cuando, salvo por el besuqueo y las tomaditas de manos, parecemos novios. Pero no hay nada que entender.
Es tan simple como que los sentimientos y las relaciones humanas dan para todo.
Y este fue un escupitajo al cielo que me cayó de vuelta. "Nunca resulta que un hombre y una mujer sean amigos. Siempre hay uno que se pasa rollos y todo se va a la mierda. ¿Amiga de un ex? ¡Im-po-si-ble!". Y ahí está. Directo en la frente. Han pasado años y años en que hemos estados juntos en las buenas, en las malas, en las peores y en las catástrofes.
- ¡Deja esa hueá de teléfono! ¡Ya te dije que si me traías a un matrimonio tenías que bailar! Y yo bailo...
- ...hasta que te saquen a patadas, lo sé, lo sé... - dice él con su adorable sonrisa - y yo te dije que en los matrimonios ando más animado y me dan ganas de bailar.
Luego de asegurarme de que somos sólo él y yo, y que el teléfono se quede en el bolsillo, lo arrastro a brincos hasta la pista de baile. Nos reímos al recordar cómo en las fiestas de la universidad había que ponerle una pistola al pecho para que bailara, y luego si yo bailaba con otros amigos porque se cansaba a los cinco minutos, me ponía mala cara.
- Quién te manda a salir con un metalero - dice.
Yo me quejo de los hombres que sólo te sacan a bailar para engrupirte y luego cada vez que quieres ir a una disco les pesan las bolas.
Él dice que el baile es una actividad intrínsecamente de conquista.
Yo le digo que es un puerco machista y que sí hay hombres a los que les gusta bailar.
Él dice que son una tropa de maricones.
Yo pienso que he salido con hombres a los que les gusta bailar (supongo que eso descarta lo gay), pero no digo nada.
Él tampoco dice nada, pero sabe lo que estoy pensando.
Él suele saber lo que estoy pensando aunque seamos como el agua y el aceite. Bueno, por algo terminamos hace casi diez años.
Luego hablamos sobre cómo serían nuestros matrimonios. Él usaría un tema de Rocky para hacer la entrada triunfal a la recepción.
- Rocky no es negociable, si no, no me caso.
- Yo lo aceptaría. No creo que sea mala idea...
Y digo que en vez de vals, bailaría swing.
- Ah, con eso no te va a apañar nadie...
- Pues si el hueón no baila no me caso.
Entonces me imagino entrando al mismo salón mientras de fondo suena "Sing, sing, sing". O puede ser "Shout and feel it". Y en mi mente hago unos pasos de bailes fenomenales que dejan boquiabiertos a los invitados, en compañía de un novio sin rostro. Pero luego mi cabeza comienzaa reproducir "Bei Mir Bist du Schön" en versión de Janis Siegel y el novio adquiere rostro definido. Casi de inmediato aprieto los dientes y me digo "¡ni cagando, antes me hago tortillera!".
- Pero tenís que ser realista - me dice - nadie sabe bailar esa cuestión.
- Entonces no me caso.
Él suspira. Así como a mí me cuesta entender que para él tener un proyecto de familia/hijos sea fundamental para ser feliz, él no entiende mi fatalismo ante la vida de pareja. Mil veces me ha repetido que no me ha pasado nada tan terrible para pensar así. Y bueno, opina con conocimiento de causa. Mal que mal, a él le ha tocado recibir llamadas de este tipo a la 1 a.m.:
Yo: ¿Aló? - voz congestionada.
Él: ¿¡Qué te pasó!? - "nadie llama a la 1 a.m. para dar buenas noticias".
Yo: ¡Ese maricón... (irreproducible)!... ¡Me pateó... (inentendible)! (llanto y sonada de nariz) ¿¡Puedes venir a verme!?
Él: Chuta... es que iba saliendo a la casa de (novia de la época)... pero le digo que tuviste un problema y voy para allá.
A él sí que le han pasado cosas terribles, así que si dice que exagero, no me queda más que darle la razón. Cuando le recuerdo esa anécdota dice:
- Ella, la drama Queen.
¡Pero yo también he tenido que soportar cosas! Como recibirlo de visita, y que llegue con la expresa intensión de emborracharse porque está deprimido (translation: periodo demasiado largo de soltería "mividayanotienesentido") que se tome una botella de vino casi solo, que vaya y ocupe mi cama, que yo tenga que quitarle los zapatos, y taparlo, que luego me despierte tiritando de frío porque se ha enrollado en las frazadas y me ha dejado sin cobija, y que cuando trato de tirarlas para poder cubrirme, se enrolle aún más para el otro lado como una crisálida gigante y me deje destapada.
Al menos no ronca.
Si no, lo habría matado.
Nah, la más perjudicada sería yo.
Es mi mejor amigo.
Pero igual le di unas buenas patadas.